martes, 29 de abril de 2008

"La (contra) cultura en México. 2da Parte"


Esta segunda parte de la exposición del maestro, abarcó principalmente dos cuestiones: el movimiento estudiantil del 68 y la contracultura del movimiento de la “onda”.

En cuanto al movimiento estudiantil, le dio un enfoque más bien social; primero, me llamó la atención el esquema de ubicación territorial que nos mostró: era un mapa del Distrito Federal en donde se podían ver las diferencias de clases en aquella época. Aquellos que pertenecían a la UNAM (CU), eran, en gran parte, hijos de políticos pertenecientes a la clase media y media alta, quienes de ubicaban al centro del Distrito como en Coyoacán, hasta la Cuauhtémoc; mientras los del Politécnico, en donde había más variedad de clases, se localizaban en distintos puntos como en Cd. Neza, Azcapozalco, etc. Después, me pareció muy curioso que quienes comenzaron con la protesta años antes, fueron los de la facultad de derecho de la UNAM, que eran los hijos de los priistas.

Después, retomamos un tema que va muy relacionado con esto: la rebelión. Hay que recordar que una rebelión es un movimiento ante todo individual, en donde se planea rebelarse ante la sociedad. Esto fue lo que ocurrió en aquella época: hubo una lucha interna en la juventud; algo en su manera de percibir las cosas no funcionaba adecuadamente, creándose en ellos un gran conflicto. Al momento de descubrir que no eran los únicos, sino que compartían sus ideas con sus compañeros, se aliaron y se creó un gran movimiento. Así, el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, Tlatelolco, culminó con hechos de sangre el movimiento estudiantil iniciado en julio del mismo año, en la ciudad de México.

“Lo que ocurrió el 2 de octubre de 1968 fue, simultáneamente, la negación de
aquello que hemos querido ser desde la Revolución y la afirmación de aquello que
somos desde la Conquista y aun antes. Puede decirse que fue la aparición del otro
México o, más exactamente, de uno de sus aspectos. Apenas si debo repetir que el otro
México no está fuera sino en nosotros: No podríamos extirparlo sin mutilarnos. Es un
México que, si sabemos nombrarlo y reconocerlo, un día acabaremos por transfigurar:
cesará de ser ese fantasma que se desliza en la realidad y la convierte en pesadilla de
sangre. Doble realidad del 2 de octubre de 1968: ser un hecho histórico y ser una
representación simbólica de nuestra historia subterránea o invisible. Y hago mal en
hablar de representación pues lo que se desplegó ante nuestros ojos fue un acto ritual:
un sacrificio. Vivir la historia como un rito es nuestra manera de asumirla; si para los
españoles la Conquista fue una hazaña, para los indios fue un rito, la representación
humana de una catástrofe cósmica. Entre estos dos extremos, la hazaña y el rito, han
oscilado siempre la sensibilidad y la imaginación de los mexicanos".

(Octavio Paz, Postdata, 306-307)

Tampoco fue sólo 1968, sino toda la década de los sesenta fue liberadora. No solo fue la lucha política en las calles, en las plazas y las escuelas, también fue (sobre todo) la batalla cultural de los jóvenes y las mujeres por romper contra la sociedad tradicional autoritaria y opresiva de los gobiernos, los empresarios, el clero, la familia, la escuela y el partido. La década de los sesenta fue una revolución cultural y política en los EEUU, en Francia, Alemania, Checoslovaquia; tanto en el mundo capitalista como al interior del llamado bloque socialista. Y en esa revolución fueron los jóvenes (los de la etapa más revolucionaria y transformadora de la vida) los que comenzaron a echar abajo el pensamiento y comportamiento viejo y tradicional. ¡Viva los hipies, los Beatles y los Rolling, la sicodelia, el amor libre, la libertad!

Todo esto me lleva a la segunda parte de la exposición: la cultura de la onda. Este nuevo movimiento planteaba las prácticas del amor libre y la liberación del cuerpo. Además, ya no sólo se trataba de los “rebeldes” de la clase media y media alta, sino que se habían aunado ya “los rebecos”, que pertenecían a clases más bajas.
Este movimiento se consideró en muchos aspectos "contracultural", pero sirvió como una válvula de escape a problemas tan graves como la matanza del Tlatelolco
y la represión de la "dictadura perfecta" del PRI.

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